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sábado, marzo 15, 2014

Inés del alma mía, ISABEL ALLENDE ((60))




Inés del alma mía[Document Transcript]... Capítulo seis


La guerra de Chile,


1549 -1553


Se nota que mi letra ha cambiado en la última parte de este relato. Durante los primeros meses escribí de mi puño, pero ahora me canso a las pocas líneas y prefiero dictarte; mi caligrafía parece un enredo de moscas, pero la tuya, Isabel, es fina y elegante. Te gusta la tinta color óxido, una novedad llegada de España que me cuesta mucho leer, pero, ya que haces el favor de ayudarme, no puedo imponerte mi tintero negro. Avanzaríamos más rápido si no me acosaras con tantas preguntas, hija. Me divierte oírte. Hablas el castellano cantadito y escurridizo de Chile; Rodrigo y yo no logramos inculcarte las duras jotas y zetas castizas. Así hablaba el obispo González de Marmolejo, que era sevillano. Se murió hace mucho, ¿te acuerdas de él? Te quería como un abuelo, el pobre viejo. En esa época admitía tener setenta y siete años, aunque parecía un patriarca bíblico de cien, con su barba blanca y esa tendencia a anunciar el Apocalipsis que le vino al final de sus días. La fijación con el fin del mundo no le impidió ocuparse de asuntos materiales, recibía inspiración divina para hacer dinero. Entre sus espléndidos negocios estaba el criadero de caballos que teníamos en sociedad. Experimentamos mezclando razas y obtuvimos animales fuertes, elegantes y dóciles, los famosos potros chilenos, que ahora se conocen en todo el continente porque son tan nobles como los corceles árabes y más resistentes. El obispo falleció el mismo año que mi buena Catalina; él padeció el mal de los pulmones, que ninguna planta medicinal pudo curar, y a ella la despachó una teja que cayó del cielo en un temblor y le dio en la nuca. Fue un golpe certero, no alcanzó a darse cuenta de que estaba temblando. También en esa época murió Villagra, tan asustado de sus pecados, que se vestía con el hábito de san Francisco. Fue gobernador de Chile por un tiempo y será recordado entre los más pujantes y arrojados militares, pero nadie lo apreciaba, porque era tacaño. La avaricia es un defecto que a los españoles, siempre dadivosos, nos repugna. [60]





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Hermoso saber que existen personas que lean este proyecto. Gracias por su honorable visita. Les saluda y le doy la bienvenida a leer: Luna Cielo Azul. ©Siervadelmesías.

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