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jueves, abril 03, 2014

Inés del alma mía, ISABEL ALLENDE ((67))





Inés del alma mía[Document Transcript]... Y así fue. El primer enfrentamiento serio con los mapuche se produjo en enero de 1550, cuando los huincas habían alcanzado la ribera del Bío-Bío, línea que demarcaba el territorio inviolable de los mapuche. Los españoles acamparon junto a una laguna, en un sitio bien resguardado, de modo que las espaldas estaban protegidas por las aguas heladas y cristalinas. No contaron con que los enemigos llegarían por el agua, rápidos y silenciosos lobos de mar. Los centinelas nada vieron, la noche parecía tranquila, hasta que de pronto oyeron un barullo de chivateo, alaridos, flautas y tambores, y la tierra se remeció con el golpe de los pies desnudos de miles y miles de guerreros, los hombres de Lautaro. La caballería española, que se mantenía siempre preparada, les salió al encuentro, pero los indígenas no se amedrentaron, como antes sucedía ante el ímpetu de los animales, sino que se plantaron al frente con una muralla de lanzas en ristre. Los caballos se encabritaron y los jinetes debieron replegarse, mientras los arcabuceros lanzaban su primera andanada. Lautaro había advertido a sus hombres que cargar las armas de fuego demoraba unos minutos, durante los cuales el soldado estaba indefenso; eso les daba tiempo de atacar. Desconcertado ante la absoluta falta de temor de los mapuche, que combatían cuerpo a cuerpo contra soldados en armadura, Valdivia organizó su tropa como lo había hecho en Italia, escuadrones compactos protegidos por corazas, erizados de lanzas y espadas, mientras por detrás cargaba Michimalonko con sus huestes. El feroz combate duró hasta la noche, cuando terminó con la retirada del ejército de Lautaro, que no se desbandó en una huida precipitada, sino que se replegó ordenadamente a una señal de los cultrunes.
-En el Nuevo Mundo no se ha visto nada igual a estos guerreros -opinó Jerónimo de Alderete, extenuado.
-Nunca en mi vida tuve enemigos tan feroces. Hace más de treinta años que sirvo a su majestad y he luchado contra muchas naciones, pero nunca había visto tal tesón como el de esta gente en pelear -agregó Valdivia.
-¿Qué hacemos ahora?
-Fundar una ciudad en este punto. Tiene todas las ventajas: una bahía sana, un río ancho, madera, pesquería.
-Y miles de salvajes también 
-apuntó Alderete.
-Primero construiremos un fuerte. Pondremos a todos, menos los heridos y centinelas, a cortar árboles y construir barracones y una muralla con foso, como es debido. Veremos si estos bárbaros se atreven con nosotros.
Se atrevieron, por supuesto. Apenas los españoles terminaron de construir la muralla, Lautaro se presentó con un ejército tan enorme, que los aterrados centinelas calcularon en cien mil hombres. «No son ni la mitad y podemos con ellos. ¡Santiago y cierra España!», arengó Valdivia a su gente; estaba impresionado ante la audacia y la actitud del enemigo, más que por su número. Los mapuche marchaban con perfecta disciplina, en cuatro divisiones al mando de sus toquis de guerra. El chivateo terrible 
con que asustaban al enemigo estaba ahora reforzado por flautas hechas con los huesos de los españoles caídos en la batalla anterior.
-No podrán atravesar el foso y la muralla. Vamos a detenerlos con los arcabuceros 
-sugirió Alderete.
-Si nos encerráramos en el fuerte, podrían sitiarnos hasta matarnos de hambre 
-explicó Valdivia.
-¿Sitiarnos? No creo que se les ocurra, no es una táctica que conozcan los salvajes.
-Me temo que han aprendido mucho de nosotros. Debemos ir a su encuentro. -Son demasiado numerosos, no podremos con ellos. 
-Podremos con el favor de Dios -replicó Valdivia.
Ordenó que Jerónimo de Alderete saliera con cincuenta jinetes para enfrentar al primer escuadrón mapuche, que avanzaba a paso firme hacia la puerta, a pesar de la primera descarga de pólvora, que dejó a muchos tendidos. El capitán y sus soldados se dispusieron a obedecerle sin chistar, aunque estaban convencidos de que iban a una muerte segura. Valdivia se despidió de su amigo con un abrazo emocionado. Se conocían desde hacía muchos años y juntos habían sobrevivido a incontables peligros.
Existen los milagros, sin duda. Ese día ocurrió un milagro, no hay otra explicación, así lo repetirán por los siglos de los siglos los descendientes de los españoles que presenciaron el hecho, y seguramente también los mapuche en las generaciones venideras. [67]






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Hermoso saber que existen personas que lean este proyecto. Gracias por su honorable visita. Les saluda y le doy la bienvenida a leer: Luna Cielo Azul. ©Siervadelmesías.

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