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lunes, septiembre 09, 2013

LOS CUENTOS DE EVA LUNA ISABEL ALLENDE ((96))




Librodot Cuentos de Eva Luna Isabel Allende 96 tirse un hueso, no tanto por orgullo como para acostumbrarse lo antes posible a esa nueva limitación. Filomena le dio secretas instrucciones al chófer para que desviara el rumbo y los llevara a la Clínica Alemana, pero su hermano, que conocía demasiado bien el olor de la miseria, entró en sospechas apenas cruzaron el umbral del edificio y las confirmó cuando escuchó música en el ascensor, Debieron sacarlo de allí a toda prisa, antes que se desencadenara una trifulca. En el hospital esperaron durante cuatro horas, tiempo que Miguel aprovechó para indagar las desgracias de los demás pacientes de la sala, Filomena para iniciar otro chaleco y Gilberto para componer el poema sobre las antenas por lo negro que había surgido en su corazón el día anterior. –El ojo derecho no tiene remedio y para devolver algo de visión al izquierdo habría que operarlo de nuevo –dijo el médico que por fin los atendió–. Ya ha tenido tres operaciones y los tejidos están muy debilitados, esto requiere técnicas e instrumentos especiales. Creo que el único lugar donde pueden intentarlo es en el Hospital Militar... –¡Jamás! –lo interrumpió Miguel–. ¡No pondré nunca mis pies en ese antro de desalmados! Sobresaltado, el médico le hizo un guiño de disculpa a la enfermera, quien se lo devolvió con una sonrisa cómplice. –No seas mañoso, Miguel. Será sólo por un par de días, no creo que eso sea una traición a tus principios. ¡Nadie se va al infierno por eso! –apuntó Filomena, pero su hermano replicó que prefería quedarse ciego para el resto de sus días, que darles a los militares el gusto de devolverle la vista. En la puerta el médico lo retuvo un instante por el brazo. _Mire, Padre.... ¿ Ha oído hablar de la clínica del Opus De¡? Allí también tienen recursos muy modernos. –¿Opus De¡? –exclamó el cura–. ¿Dijo Opus De¡? Filomena trató de conducirlo fuera del consultorio, pero él se trancó en el umbral para informar al doctor que a esa gente tampoco iría a pedirles un favor. –Pero cómo..., ¿no son católicos? –Son unos fariseos reaccionarios. –Disculpe –balbuceó el médico. Una vez en el coche Miguel le zampó a sus hermanos y al chófer que el Opus De¡ era una organización fatídica, más ocupada en tranquilizar la conciencia de las clases altas que en alimentar a los que se mueren de hambre, y que más fácilmente entra un camello por el ojo de una aguja que un rico al Reino de los cielos, o algo por el estilo. Agregó que lo sucedido era una prueba más de lo mal que estaban las cosas en el país, donde sólo los privilegiados podían curarse con dignidad y los demás se debían conformar con yerbas de misericordia y cataplasmas de humillación. Por último pidió que lo llevaran directo a su casa porque debía regar los geranios y preparar el sermón del domingo. –Estoy de acuerdo –comentó Gilberto, deprimido por las horas de espera y por la visión de tanta desgracia y tanta fealdad en el hospital. No estaba acostumbrado a esas diligencias. –¿De acuerdo con qué? –preguntó Filomena. –Que no podemos ir al Hospital Militar, sería una barrabasada. Pero podríamos darle una oportunidad al Opus De¡, ¿no les parece? –¡Pero de qué estás hablando! –replicó su hermano–. Ya te dije lo que pienso de ellos. –¡Cualquiera diría que no podemos pagar! –agregó Filomena, a punto de perder la paciencia. –No se pierde nada con preguntar –sugirió Gilberto pasándose su pañuelo perfumado por el cuello. –Esa gente está tan ocupada moviendo fortunas en los bancos y bordando casullas de cura con hilos de oro, que no les queda ánimo para ver las necesidades ajenas. El cielo no se gana con genuflexiones, sino con... –Pero usted no es pobre, don Miguelito –interrumpió Sebastián Canuto aferrado al volante. –No me insultes, Cuchillo. Soy tan pobre como tú. Da media vuelta y llévanos a la clínica 96 Librodot





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Hermoso saber que existen personas que lean este proyecto. Gracias por su honorable visita. Les saluda y le doy la bienvenida a leer: Luna Cielo Azul. ©Siervadelmesías.

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